Los olmecas fueron los primeros en cultivar el cacao en México. En el curso de los siglos, la cultura del cacao se extendió a la civilización Maya y a la Azteca.
Para estas civilizaciones fue muy importante, era considerado sagrado en cualquiera de sus formas. Lo utilizaban como una bebida que producía gran vitalidad y energía, era un símbolo de abundancia que era empleado en el momento de rituales religiosos dedicados a Quetzalcóatl, la vaina del cacao valía más para los indígenas que el oro, y la utilizaban como moneda de cambio para el trueque. Estuvo vinculado a la sangre y al sacrificio por su forma y su color; la apariencia de la mazorca recordaba el corazón, que en su interior guarda el líquido precioso. En algunos rituales, el cacao se preparaba con el agua de lavar los cuchillos utilizados en los sacrificios. La siembra y el cultivo también estaban rodeados de ritos para asegurar una cosecha excelente. No podía faltar en las ceremonias sociales, en las bodas, los contrayentes compartían una jícara de cacao como símbolo de la unión de su sangre, es decir, de sus linajes. Asimismo, formaba parte de los ajuares funerarios, seguramente con la misión de alimentar a los difuntos en su periplo por el inframundo.
El cacao es uno de los cultivos representativos de nuestra cultura, ya que es originario de nuestro territorio y ha formado parte esencial de las costumbres, tradiciones e incluso estructuras sociales de nuestros pueblos originarios
El 2 de septiembre ha sido designado como un día de celebración nacional, con el afán de propiciar el consumo de cacao mexicano, así como extender los conocimientos que se tiene sobre el mismo. El mes de septiembre está íntimamente relacionado con este cultivo, ya que el cacao solamente tiene dos periodos de cosecha al año, y uno inicia justamente en estos días.
Cada 7 de julio se celebra el Día Mundial del Cacao, una iniciativa propuesta en 2010 por la Organización Internacional de Productores de Cacao (ICCO) y la Academia Francesa de los Maestros Chocolateros y Confiteros.
"Cuenta un mito azteca que cuando el dios Quetzalcóatl bajó a la tierra para ofrecer la agricultura, las ciencias y las artes a los hombres se casó con una bella princesa de Tula. Para celebrarlo creó un paraíso donde el algodón nacía de diferentes colores, el agua surgía cristalina y había todo tipo de piedras preciosas, plantas y árboles, entre los que destacaba el árbol del cacao. Como éste era el alimento de los dioses, quisieron vengarse de Quetzalcóatl por haberlo entregado a los hombres, y asesinaron a su esposa. Desolado, el dios lloró sobre la tierra ensangrentada y allí brotó un árbol con el mejor cacao del mundo, «cuyo fruto era amargo como el sufrimiento, fuerte como la virtud y rojo como la sangre de la princesa".
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